Por Maestra Francis Mendoza Morán
Iniciaré, en principio, afirmando que la inclusión de los lemas achicopalado (da) y achicopalarse no deben aparecer incluidos como lemas, ni como familia lingüística en el Diccionario del Español de Nicaragua. ¿Por qué? Porque su uso no es un fenómeno generalizado en el habla nicaragüense y además no podemos afirmar que la mayoría de hablantes (de Nicaragua) utiliza frecuentemente esas variantes morfológicas. En sustitución a estas palabras tenemos las nuestras: ahuevado (da) y ahuevarse respectivamente. No obstante, debe apuntarse que algunos nicas la manejan por influencia de las telenovelas o películas mexicanas. Aunque estos vocablos (achicopalado y achicopalarse) se encuentren documentados en algunos textos de autores nacionales, no indica, ni demuestra que nosotros recurramos constantemente a estas voces. Por lo tanto, desde el punto de vista lexicográfico, ambas lexías no son variantes léxicas características de los pinoleros. Vale la pena, pues, se indique claramente su marcación diatópica, diafásica y diastrática o se indique algo en la parte correspondiente a ‘observación’ dentro de la entrada.
Otro lema es chévere. Según el DRAE 2001, afirma que es frecuente en las zonas de: Antillas, Ecuador, Honduras, México, Panamá y Perú y es precisamente el significado que se expone en el DEN. Imagino que se hará la revisión necesaria. También este término no debe incluirse. En el habla nicaragüense tenemos otros vocablos que sustituyen a ese significante y expresan esa misma semántica. Tal es el caso de la variante búfalo (adj. [Dicho de alguien o algo] de buena calidad./ [Dicho de alguien o algo] que es excelente) o también tuani (adj. [Dicho de alguien o algo] que es bueno. / [Dicho de alguien o algo] que es óptimo). Lo que prevalece y es predominante en el hablar del nicaragüense son los significantes búfalo y tuani. Sin embargo, en algunos contornos lingüísticos orales, escritos y muy restringidos, se puede percibir el uso de la palabra chévere, pero no significa su generalización.
La publicación de la tercera edición, febrero 2009, constituye todo un trabajo lexicográfico. Es notorio observar que en ésta, el DEN contiene 7,652 lemas y 14, 008 acepciones, como también 1,528 lemas y 2,586 acepciones son nuevos. Estos datos son superiores a las anteriores ediciones. No obstante señalaré algunas, a lo que llamaré, debilidades, que percibí. Realicé una lectura cuidadosa del diccionario, indiqué señalamientos manuscritos y argumenté lexicográficamente en algunas de las entradas, según mis conocimientos como catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua), como docente de Lingüística y como tutora de trabajos de investigación en las áreas de fonética, morfosintaxis y léxico del habla nicaragüense, con el único objetivo de fortalecer, mejorar y perfeccionar el valioso trabajo y estudio del léxico que hablamos los nicaragüenses. Sirvan entonces, estas ideas al profesor Francisco Arellano, a quien respeto, admiro y estimo mucho, y a su equipo de colaboradores.
El DEN, tercera edición, retoma aspectos de la Planta del Diccionario de Americanismos y Diccionario de la Real Academia Española. En la macroestructura, el profesor F. Arellano Oviedo, especifica que se considerará como lema nicaragüense, aquellas palabras cuyos étimos provienen de nuestras lenguas indígenas, como por ejemplo aguistal y payanar; americanismos que se usan en Nicaragua y otros países de habla hispana, como amanesquera y cachimbeado; voces del español general que en nuestro país tienen acepciones especiales como cachimba y cacho; extranjerismos cuya escritura y fonética se han adaptado a nuestra lengua común como bluyín, dísel, flay y otros. También se destacan las voces que se consideran marcas registradas y extranjerismos de uso frecuente y se especifica que éstas no se han adaptado a la morfología española, tal es el caso de gillete, inside, jeep. Así como también nombres propios y derivados, locuciones, lexemas simples, compuestos y complejos.
Coincido con el autor, de manera general, en relación a la aplicación de la microestructura que se expone. Cada una de las entradas cumple con los requerimientos actuales de la lexicografía española. El DEN 2009, indica que una de las partes fundamentales que contendrá cada palabra es la información etimológica. Eso es valioso, porque nos ayuda a descubrir con mayor facilidad la semántica de alguno u otro término. También se señalan los aspectos formales y de contenido del corpus. Sin embargo, subraya el autor, que junto a los étimos aparecerán nombres científicos correspondientes a la flora y fauna. Considero que esta forma no es tan adecuada, pues en la información de esos y/o algunos lemas aparenta una carga de datos. En todo caso, pienso que sería ideal orientar en esta parte de la microestructura, una sola información y lo que debe ser prioritario es la etimología y no el nombre científico. Así, estaremos brindando una sola orientación. (De este aspecto se mencionó algo anteriormente). Por otro lado, recuérdese que el DEN, según sus características, no es enciclopédico. De tal manera que la información ‘nombre científico’ no iría incluida.
Se puede observar que algunos lemas solamente presentan información del nombre científico, es el caso de: acacia, altamiz, alzaculito, amacayo,babosa, barrenador, buganbilia, cahito, caguama, calala, gavilán, *ipecacuana (debe revisarse), machaca, etc. Otros solamente información etimológica, ejemplo: ahuizote, cacahuate, cachipil, cahipuco,ca, pepesca, etc. Mientras que en otros se presenta información etimológica y aparece el nombre científico como en: aguacate, camote, chicozapote, sacuanjoche, teocinte, zapote y otros casos más. Por consiguiente, sugiero que se reconsidere y se revise detenidamente cada caso. Es decir, que en esta parte de la microestructura se delimite un trabajo homogéneo en esta orientación. No obvio en ningún momento los datos excelentes en etimología y nombre científico en algunos lemas. Todo trabajo lexicográfico tiene problemas al referirse, relacionar y especificar definiciones oportunas a nombres pertenecientes de la flora y fauna. Por ejemplo el Diccionario de Americanismos, en actual preparación por la Asociación de Academias de la Lengua Española, también está sobre aviso en ese sentido y ahí el problema es mayor, porque se trata del léxico de América en general. Así pues, sugiero nuevamente, se analice esta parte, que aunque algunos diccionarios no le brindan importancia y deciden no presentarla, el DEN sí la muestra con mucha validez.
Otro aspecto importante es cuando en la parte correspondiente a la macroestructura se orienta al lector sobre aquellas entradas en que no se especificará información etimológica. Solamente se indica que “No todas las entradas la tienen…”. Falta orientación dirigida al usuario del diccionario. Este detalle, aunque pareciera insignificante, determina una orientación crucial para la lectura e interpretación de cada palabra expuesta.
El DEN 2009 aclara que no incluye las interjecciones que tradicionalmente ha señalado la Gramática, no obstante esclarece que sí describe algunos lemas como “voz interjectiva” como: ¡chófiro!, ¡adentro!, ¡chocho! y otros. Este es un elemento muy determinante para la ampliación y entendimiento de un mensaje lingüístico entre dos o más interlocutores, generalmente son términos que se usan en el manejo de habla espontánea. El corpus recopilado en esta edición se ve fortalecida en la amplia representación de esas estructuras interjectivas y por el respaldo de la documentación presentada. Aunque el DEN no es de autoridades, como aclara el autor, la ejemplificación y demostración de la utilización de voces interjectivas o con valor de interjección validan la solidez de la información de frecuencia de uso (de uso, poco uso, obsolescente).
F. Arellano en esta edición, muestra autoridad en la marcación gramatical y ésta aparece especificada hasta en las unidades fraseológicas dentro de las entradas, que por las características de cada uno de los lemas, se describen. En esta parte, como en otras, el autor coincide con el Diccionario de Americanismos (DA 2005).
Sería conveniente separar toda la explicación referente a las voces onomatopéyicas en la estructura de otro parágrafo, pues este fenómeno enmarca a otras relaciones de informaciones en todo el léxico recopilado. F. Arellano explica que hay lemas que imitan un sonido particular del referente del lema y ejemplifica algunos casos como: peretete (imita el canto del alcaraván), pompón (imita el ruido del depósito), raflá (imita el ruido de lo que ejecuta con rapidez y precisión) y otros más. Mi señalamiento para esta parte se dirige a que no se orienta la parte formal en que se especificarán en el diccionario y dentro de cada entrada aquellos lemas que se consideran en el habla del nicaragüense como “voz onomatopéyica”. Sugiero retomar el concepto que nos brinda el gran estudioso Enrique Peña-Hernández, él divide este aspecto primero en onomatopeya (imitación del sonido de una cosa en el vocablo creado al efecto) ejemplos: arrullo, cloqueo, cuchicheo, chorro, gorjeo, rechinado, chirrido, retumbo y otros. Y, segundo en voces onomatopéyicas (son las que imitan o con que se imita un sonido) tictac (ruido de un reloj), miau (maullido del gato), cacareo (voces repetidas del gallo y la gallina), etc. Así también nos ejemplifica onomatopeyas del lenguaje coloquial como Ese orador solamente fue bla, bla, bla y no dijo nada; De pronto escuché: fa, fa; Ese hombre pasó todo el día guará, guará, guereré, guereré, guereré. Esta variante es rica y representa un alto porcentaje de uso en el quehacer lingüístico y cotidiano de una gran mayoría de hablantes de Nicaragua. Comparto el criterio positivo de Peña-Henríquez, al afirmar que la utilización de las onomatopeyas se considera correcta y que incluso los hablantes de lengua culta la usan con mesura. Espero que , esta obra lexicográfica, retome, mejore y amplíe la ejemplificación y documentación de esta parte.
Las marcas sociolingüísticas establecidas en el DEN las califico como muy acertadas y trabajadas lexicográficamente. No obstante, como siempre se presentan algunas dificultades. Considero pertinente, que en la microestructura establecida, se delimiten por aspecto y sean orientadas al lector con una mayor especificación. Por ejemplo, debería de referirse directamente a Valoración o Apreciación Social y no Valoración del usuario y oportunismo de uso. Quizás sea simplemente un aspecto formal, pero no se olvide que esto conlleva a un contenido diferente. Entonces se ubicarían marcas como: malsonante, eufemismo, coloquial y despectivo, según esta edición del DEN. ¿Y por qué mejor no especificar si los lemas son usados con un carácter prestigioso, eufemístico, vulgar o tabú? Esta clasificación permite mayor claridad al momento de informar sobre esa valoración o apreciación social que un hablante indique. Otros diccionarios lo delimitan de esa forma. Y en cuanto a lo que se expresa de ‘despectivo’, yo más bien lo ubicaría como y dentro de una marcación pragmática. Las marcas pragmáticas son, precisamente, las que indican la intención comunicativa de un hablante. Propongo las siguientes marcas pragmáticas con su debida y explícita clasificación: afectuoso, despectivo, festivo y en, quizás como, otros lo correspondiente a hiperbólico y satírico. Estas dos últimas se usan con frecuencia en el habla nicaragüense. Generalmente somos exagerados al hablar (hiperbólicos) y algunas veces satíricos. Sugiero se examine lo propuesto anteriormente.
El manejo y la precisión de la forma en que trabaja la información diatópica son acertados. Principalmente lo referente a rural. También debe destacarse que las abreviaturas utilizadas para delimitar cada una de las zonas de nuestro país, son idóneas y bastante sencillas para que el usuario las entienda. Esta información debe separarse en otro párrafo, porque conforma un aspecto más dentro de la marcación que se le debe especificar a cada lema y a cada acepción. En la lectura realizada se observa que algunos artículos carecen de esta información. De manera pues, que a lo mejor aparecerá una palabra determinada que para algún sector geográfico no es de uso, no se conoce su significado, se conoce con otro significado, se conoce con otro significante o simplemente no se usa. Ejemplos los lemas: abejero, ra, aceitunas (en locución Cambiar agua a las ~: loc. v. Ir a orinar), agudez, bajera, bolonazo, cachucho, chalanear, chicotear, estragado,da, manicheta, pichelero, tiquete y muchos otros más. El DEN, en ésta y anteriores presentaciones, ha descuidado mucho esta parte.
Nicaragua, como otros países de habla hispana, carece de un corpus electrónico que sirva de instrumento de comprobación de uso, así se podría demostrar adónde y en qué zona de nuestro territorio se usa una palabra determinada. También no se ha hecho hasta ahora, un cuestionario completo y exhaustivo, de las variantes léxicas en las tres posibles zonas dialectales de Nicaragua: Pacífico, Central y Atlántico. Tan solo se han elaborado algunos pequeños corpus aislados y éstos no están publicados o simplemente engavetados. Existen trabajos monográficos (UNAN-Managua) con suficiente consistencia léxico-semántica que pueden aportar al enriquecimiento de ésta, y otras, partes del DEN.
Pude detectar algunos lemas que no delimitan marcación diatópica tales como: abejero,ra, aceitunas, achocado, average, bonga, bretear, cabo, cachucho, carrilear, crique, despezuñar, golillero, ra, morrongo, pela, pichuercho,cha, zafacoca y otros. Hay que destacar que aparecen lemas en donde efectivamente se les delimita esta información, así tenemos el caso de las palabras: afuerear, guilla, miliguiste, niguilla, y muchos más. Sugiero que en la macroestructura se oriente sobre aquellos lemas que en el diccionario no especifica esta marcación. Es decir, la mayoría de las palabras representadas no delimitan esta información ¿Se aceptará este hecho como que es de uso generalizado en la mayoría del territorio nicaragüense? ¿No es necesario realizar esta orientación? Lo dejo en manos del experimentado autor.
La labor complicada de esta marcación tiene que ser mejorada y perfeccionada en esta edición del DEN y puede ser lograda a través de más recursos y contactos humanos de las diferentes regiones y departamentos del país. Es necesario que en esta edición, y en las próximas, se especifique qué tratamiento le brindarán a las variantes fonéticas. Se tiene que determinar si éstas aparecerán como lemas o como variantes fonéticas, así el lector entenderá su uso y su función. E incluso puede aparecer algún tipo de observación en cuanto a esa morfología. Hay muchos lemas que corresponden a esta característica, tal es el caso de aigre. (m. rur. Espasmo muscular). Esta voz, aparece nuevamente como lema, pero con los significantes aire y con el mismo significado (primera acepción) e incluso con documentación de J. E. Arguello. Mi observación al respecto es que se debe brindar una mejor orientación lexicográfica y/o hacer uso del recurso valioso, la observación dentro de la acepción presentada. También la palabra algotro (pron. Variante fonética de algún otro). En todo caso debería ser ‘Variante fonética de las palabras algún y otro’. De igual manera acá resultaría de mucha utilidad la parte de observación. Y otro caso es el lema maitro. (maistro). Dentro del artículo se hace uso de la observación, pero no es para aclarar o ampliar sobre el aspecto fónico, sino que es sobre su semántica. Hay que hacer notar que aunque son pocos los lemas con estos rasgos, sí se deben revisar un poco más, puesto que generalmente al trabajar con estos fenómenos se pone de manifiesto el carácter morfológico, semántico y fonética de la estructura lexemática.
Francis Mendoza Morán
Maestría en Lexicografía Hispánica
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